¡Prepara el escudo!

Los días previos a un despliegue militar son ajetreados y estresantes. Tanto el soldado como su familia y sus líderes finalizan los planes y reúnen el equipo necesario. Se debe cuidar cada detalle para que puedan participar con éxito en la batalla que se avecina.

En el pasaje de hoy, escuchamos un llamado a las tropas del Señor mismo. Él solo es soberano sobre todas las naciones del mundo (v. 18). Estos últimos días de nuestro estudio contienen profecías acerca de aquellas naciones que se levantarían en oposición a Judá y Jerusalén. El mensaje de hoy se centra en Egipto. Judá había mirado pecaminosamente a Egipto en lugar de a Dios en busca de protección de Babilonia, o al menos esperaba que las dos superpotencias se mantuvieran ocupadas (y lejos de ellos).

Esa fue una esperanza vana. Jeremías profetizó que Babilonia conquistaría Egipto. Los soldados de Egipto tropezarían, y el Señor mismo los derribará (vv. 15–16). Hacen ruidos fuertes, pero no tienen fuerza real para respaldarlos (v. 17). La derrota de un país estaba simbolizada por la derrota de su dios. Primero, Egipto era una novilla—tenían un dios toro llamado Apis—que sería picado por un tábano (Babilonia). Los soldados mercenarios de Egipto serían “novillos cebados” para el matadero (vv. 20–21). Como una serpiente, el símbolo de muchos faraones, Egipto huiría y sería destruida, “avergonzada” por los babilonios (vv. 22–24).

En medio de esta destrucción, hay una promesa para el pueblo de Dios. “No temas; no te asustes, Israel. Porque te salvaré de un lugar remoto; y a tu descendencia, del destierro” (v. 27).

• [Lectura ampliada: Jeremías 46] ¿Haces listas para tus quehaceres? Puede que no estés preparando tus escudos, pero tienes un plan de batalla para el día que tienes por delante. Hoy, ora sobre tus listas. Pídele a Dios, que es soberano, sobre todo, que vaya delante de ti.