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23 de abril del 2022 | Jeremías 40:1–6
La caída de Jerusalén en el 586 a.C. fue un punto de inflexión trágico en la historia de Israel. También fue el clímax del ministerio profético de Jeremías. El juicio de Dios se había cumplido. Había obedecido a Dios y dicho la verdad, pero el cumplimiento de sus mensajes lo entristeció profundamente. En respuesta, escribió el libro de Lamentaciones. Estos poemas conectan la justicia, la soberanía y el amor de Dios y, en última instancia, afirman que “cada mañana se renuevan sus bondades” (Lamentaciones 3:21–26).
Los babilonios habían oído hablar de Jeremías y sus profecías (vv. 2–3), lo que resultó ser una bendición a medias para él. No fue obligado a exiliarse. Lo dejaron en libertad para ir a donde quisiera (v. 4). ¿Cuáles eran sus opciones? Podía viajar a la ciudad enemiga de Babilonia, donde estaban llevando a sus compañeros judíos, pero muchos de ellos lo veían como una especie de traidor o colaborador porque les había predicho su derrota. O podría quedarse, con Jerusalén ocupada, el templo quemado, los muros derribados y la tierra vacía de todos menos de las personas más pobres. Debe haberse sentido como una elección donde nadie gana.
¿Qué sucedió? En pocas palabras, su ministerio continuó. La palabra del Señor siguió llegando a él (v. 1). Decidió quedarse y asesorar a Gedalías, el gobernador imperial recién nombrado. Los babilonios le dieron “provisiones y un regalo”, es decir, los medios para sobrevivir en un país conquistado despojado de su gente y recursos (vv. 5–6).
A final de cuentas Dios continuó velando, protegiendo y proveyendo a Su profeta. Los babilonios pensaron que tenían el control, pero era el Señor. La superpotencia mundial pagana estaba siguiendo exactamente el plan de Dios. Es por eso que Jeremías pudo continuar confiando en el Señor incluso mientras lamentaba la pérdida de todo lo que había conocido.
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POR BRAD BAURAIN |
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El Dr. Brad Baurain ha trabajado como escritor y editor de Today in the Word desde 1993. Actualmente, se desempeña como profesor asociado y director del programa TESOL en Moody Bible Institute. Brad tiene el privilegio único de tener un título de cuatro universidades diferentes (incluida Moody). También ha enseñado en China, Vietnam, Estados Unidos y Canadá. Brad y su esposa, Julia, tienen cuatro hijos y residen en Munster, Indiana. |